Saturday, August 11, 2007

Ese azul que parece cubrirme


La definición de nostalgia, debería empezar por ser una enciclopedia, larga, llena de recuerdos; sabores, aromas y placer.
Sin embargo no es solamente eso, es el recuerdo del aire seco, de la luz intensa en los Andes, de un azul tremendo, indefinible, acompañado de nubes como copos de algodón, que atraviezan el horizonte enfermizamente conocido.
Tal vez sea la costumbre, la tranquilidad de la infancia, sentirse seguro.

Que hay de diferencia entre el mar traslúcido, las playas blancas del caribe y las ciudades de los Andes Ecuatorianos. Que hay de diferencia entre el ruido impersonal del tráfico apresurado e imparable de una megaciudad y la tranquilidad somnolienta de un pueblito del páramo andino. Mas que la tremenda diferencia geográfica, es la costumbre, es que se forjó un pensamiento, encerrado entre montañas, con la capacidad de deslizarse al mar y encotrar las notas de la marimba estancadas para siempre en los ágiles movimientos de los costeños o su algarabía. Con la excesiva melancolía de las tardes solariegas cuando se cruzan las poblaciones serranas, impasibles, como si la vida transcurriera mas lenta que en otros lugares. Solamente encuentro un pueblo blanco como el de la canción de Serrat ¿será la herencia hispana?

Es la costumbre de haber conocido tardes frías, amodorrado y cubierto por un poncho de lana gruesa. O los días cálidos y ventosos del verano, con una cometa prendida al extremo infinito de un cordel que me lleva a recibir la llovizna que se prende a la cara como pequeñas agujas. Parecería poco, pero es una costumbre. Algo que me decía no debería implicar mayor trascendencia, hoy parece tener mas fuerza que un huracán. Quisiera dejar la velocidad inhumana de la vida "ejecutiva" y volver un día a no preocuparme de otra cosa sino de vivir despreocupadamente.

Tal vez, muchos humanos debamos permanecer donde nacimos, en épocas de crisis, en días de sol desconocido, o en dias en que simplemente queremos descansar de las batallas diarias, sacar la cabeza a la calle y escuchar los sonidos quedos y benignos que nos llamaban a descubrir el mundo.

Y de la misma forma que vuelven las golondrinas año tras año, simplemente volver y pensar que la infancia no fue solo un paso, que es una razón de vivir.

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